Los seres humanos estamos maravillosamente diseñados. Una de esas maravillas son los sistemas de protección y defensa del cuerpo humano ante cualquier agente invasor o extraño que entre en él. Analicemos en este artículo cuáles son esas defensas y cómo actúan.
Mecanismos automáticos de defensa del cuerpo humano
En principio podemos hacer mención de los que protegen y defienden los pulmones. Primeramente está la epiglotis, que es una pequeña válvula que cierra el conducto de aire cuando ingerimos alimentos. Dicha válvula tranca el paso para evitar que estos lleguen a los pulmones.
También, en el conducto que va hacia los pulmones hay filamentos que empujan hacia afuera los invasores perjudiciales. Como defensa de los pulmones están los glóbulos blancos; estos se encuentran en el torrente sanguíneo y su trabajo es atrapar y digerir las microscópicas partículas dañinas que puedan dañar el funcionamiento del pulmón.
Otro mecanismo de defensa del cuerpo humano está en la respiración. Cuando la sangre pasa por los pulmones va dejando el dióxido de carbono antes de adquirir más oxígeno; y cuando estamos más activos aumenta ese nivel de dióxido. Pero para que las células no se ahoguen por ello, en el cerebro tenemos un centro de control que responde con aumento del ritmo de la respiración.
Sin embargo, ese mecanismo automático de respiración podemos volverla manual; la podemos aumentar para respirar mejor e interrumpir para nadar o para no respirar humo. Pero esta no la podemos controlar por tiempo indefinido; pues cuando la retenemos mucho perdemos el conocimiento y el mecanismo se reinicia automáticamente.
Además, tenemos la circulación, que es por excelencia el mejor sistema de trasporte que existe. Gracias a ella el oxígeno y las partículas de alimentos absorbidos llegan hasta los vasos sanguíneos más diminutos del cuerpo. Esto ayuda al cuidado de todo el organismo; que incluye cada pequeño vellito que tenemos en la piel.
Mecanismos que actúan ante una emergencia
Cuando una persona tiene una cortadura, sea pequeña o profunda, y empieza a salir sangre, estos mecanismos actúan instantáneamente para evitar que la persona se desangre. Los vasos sanguíneos están creados con la condición de que si se rompiesen se contraen; reduciéndose así el paso de sangre.
Después pasa al segundo mecanismo de defensa del cuerpo humano, que son las plaquetas. Ellas inmediatamente se empiezan a agrupar alrededor de la cortadura volviéndose pegajosa. Estas, además, empiezan a crear pequeñas y finas hebras de fibrina que unen las plaquetas en un coágulo; sellando así toda la herida.
Mecanismos salvavidas
Cuando este asombroso mecanismo no basta, las hemorragias que se puedan presentar, se controlan con otro. En las arterias se encuentran unos pequeños marcadores que registran cualquier descenso de la presión sanguínea; estos envían un mensaje al cerebro para que los demás vasos sanguíneos se contraigan, y otro para que el corazón lata con más fuerza.
Cuando las pulsaciones aumentan se intensifican los reflejos nerviosos, esto ayuda a que el fluido de sangre se reduzca en todo el cuerpo; menos en los órganos vitales como las arterias del cerebro y los músculos del corazón. Estas acciones conjuntas ayudan a mantener la presión sanguínea controlada.
Para que el volumen sanguíneo aumente, existen otros mecanismos; que de forma automática, y si la pérdida de sangre es lenta, hacen que el cuerpo pueda diluir la sangre. Estos fluidos el cuerpo los extrae de los tejidos; por lo que se genera una reducción de la producción de orina y aumenta la ingestión de agua.
Además, la médula ósea, que es la responsable de crear los glóbulos rojos en la sangre, generalmente produce un 25% de su capacidad; por lo que cuando se presenta una emergencia aumenta su capacidad de producción hasta 5 veces más de lo normal.
Por tanto, tenemos un maravilloso cuerpo con sistemas y mecanismos que nos ayudan a estar vivos y sanos; de modo que es importante cuidarlo y valorarlo. Si te gustó la información no dudes en compartirlo con lo demás.