El brote de Covid-19 ha puesto de relieve una vez más las particularidades que guían la profesión de los profesionales de la salud. El principio de no abandonar nunca al paciente, la voluntad irrefrenable de escuchar a los pacientes, la vigilancia constante y la lucha por la vida son posturas cuyas bases se encuentran en las enseñanzas del propio Hipócrates (460 a.C.-377 a.C.), considerado por los griegos como el padre de la medicina, y que podría resumirse como «humano». Sin embargo, en las últimas décadas, el avance de la tecnología ha abierto atajos para que el cuidado de esta naturaleza pueda comenzar a ser ejercido también por las máquinas.
Nada más providencial. El brote del nuevo coronavirus está demostrando cómo los recientes recursos médicos, especialmente los basados en la robótica, son herramientas útiles para tratar una enfermedad altamente contagiosa que pone en peligro la integridad de los médicos, enfermeras y otros profesionales en el frente de esta guerra que podría durar mucho tiempo.
En Italia, uno de los países más afectados por el Covid-19, el número de médicos y enfermeras que han muerto de la enfermedad ha aumentado de un centenar. Como resultado, los hospitales han recurrido cada vez más a asistentes de robot. El Circolo di Varese, situado en Lombardía, recibió a finales de marzo a seis de estos «seres» de inteligencia artificial, que acompañan a doce camas de la UCI. Del mismo modo, en el Brasil, el Hospital de las Clínicas de la USP utilizó tres máquinas que se dedican al examen de los pacientes del grupo de riesgo.
A través de las cámaras de los robots y de sensores especiales, estos dispositivos son capaces de comprobar los latidos y enviar informes sobre las condiciones del paciente. Más que eso, en algunos casos hacen preguntas al paciente e interactúan con él, dándole el confort de una buena compañía.
Ciertos robots incluso tienen la capacidad de realizar tareas más eficientemente que cualquier ser humano. En la limpieza de las camas, los hospitales americanos están empleando modelos que utilizan la luz ultravioleta para destruir el 99% de las bacterias y virus, dañando su material genético para que no puedan multiplicarse. En China, pequeños tanques robot recorren los barrios de Wuhan, limpiando las zonas contaminadas con detergente. Lejos de las distopías futuristas, ejemplos como estos revelan que la relación hombre-máquina puede ser muy productiva y prometedora. En una palabra: «humano».