Existe un amplio acuerdo entre prestigiosos economistas en que la necesidad de aislamiento social para contener la propagación del coronavirus requiere tolerar una fuerte retracción de la actividad económica.
Asimismo, una gran mayoría está de acuerdo en que el abandono de las medidas de contención en este momento sólo empeoraría el impacto económico en el futuro, en contra de la opinión de que existe algún tipo de elección entre vidas y trabajos.
La conclusión es la de una reciente encuesta publicada por la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago, meca del liberalismo mundial, que durante dos años ha estado trazando el mapa de la opinión de economistas establecidos sobre temas de interés público.
La primera pregunta que se les hizo esta vez fue si «una respuesta política integral contra el coronavirus implica tolerar una contracción muy grande de la actividad económica hasta que la propagación de la enfermedad retroceda de manera significativa».
El 52% de los economistas consultados estuvieron muy de acuerdo, mientras que el 36% estuvo de acuerdo, pero no enfáticamente, y el 5% se mostró inseguro. Ninguno está en desacuerdo.
El economista Michael Greenstone, también de la Universidad de Chicago, señala que la contracción económica no es sólo el resultado de las políticas de aislamiento en sí mismas, sino de los cambios de comportamiento que la gente haría de todos modos a riesgo de caer enferma.
La segunda cuestión es si «el abandono de los bloqueos graves, en un momento en que la probabilidad de que reaparezcan las infecciones sigue siendo alta, dará lugar a un mayor daño económico que el mantenimiento de esos bloqueos a fin de eliminar el riesgo de reaparición de la enfermedad». El 41% de los economistas consultados están muy de acuerdo, mientras que sólo el 39% están de acuerdo y el 14% no están seguros. De nuevo, nadie está en desacuerdo.
La idea es que el no aplanar la curva de aumento de casos ahora generará tal aumento de las hospitalizaciones y del número de muertes evitables que inevitablemente llevaría a la sociedad a hacer un cierre aún más difícil y prolongado más tarde, y sin los beneficios para la salud. Este es el caso de Italia.
«No soy epidemiólogo, pero todo lo que he leído sugiere que un cese prematuro [del bloqueo] sería contraproducente», escribe Anil Kashyap, también de la Universidad de Chicago.
José Scheinkman, economista brasileño que enseña en la Universidad de Columbia, señala que sin una vacuna, la posibilidad de que la enfermedad se repita hasta que una gran parte de la población se haya infectado es alta. Por lo tanto, una estrategia del tipo óptimo implicaría varios ciclos de reducción de contactos.
La tercera cuestión es si una optimización de los recursos implicaría que el gobierno «invirtiera más de lo que hace actualmente en la ampliación de la capacidad de tratamiento a través de medidas como la construcción de hospitales temporales, la aceleración de las pruebas, la fabricación de máscaras y ventiladores y el suministro de incentivos financieros para la producción de vacunas con éxito».
El 66% está muy de acuerdo y sólo el 27% está de acuerdo. Ningún economista consultado no está seguro o no está de acuerdo con la propuesta.
William Nordhaus, economista de la Universidad de Yale, resume el sentir de los expertos: considerando la duración y profundidad de la recesión que se avecina, es difícil imaginar lo que sería «invertir demasiado» contra la pandemia.