Cuando alguien da el paso de solicitar una reunificación de deudas, normalmente lo hace porque está ahogado, con varias cuotas mensuales que no le dejan respirar. Es una solución que puede traer alivio, sí, pero también es fácil tropezar en el camino si no se sabe bien lo que se está haciendo.
Pensar que es una solución mágica
Uno de los grandes tropiezos es ver la reunificación como la varita mágica que borra todos los problemas financieros. Nada más lejos de la realidad. Sí, permite agrupar préstamos, tarjetas y hasta la hipoteca en una sola cuota mensual más baja, lo cual da un respiro. Pero no es gratis.
Al final, terminas pagando más intereses a largo plazo. Y si el motivo por el que acumulaste deudas no se ha solucionado (gastos descontrolados, ingresos irregulares…), el problema solo se pospone.
No comparar ofertas entre entidades
Otro fallo muy común es quedarse con la primera opción que se presenta. Hay bancos, financieras y plataformas online que ofrecen este tipo de productos, cada una con sus propias condiciones. Algunas incluyen seguros obligatorios, otras aplican comisiones de apertura que pueden ser desorbitadas.
Y claro, si no te detienes a comparar, puedes terminar atado a un producto que no te conviene.
¿La clave? Tómate el tiempo para revisar diferentes propuestas. Hay portales que permiten comparar condiciones de manera clara y rápida. Uno de los más útiles que puedes revisar es este sitio especializado en reunificación de deudas.
Olvidar los gastos adicionales
Esto pasa más de lo que parece. La gente ve la cuota mensual reducida y se lanza. Pero, ¿y los costes ocultos? Comisiones por cancelación anticipada de los préstamos anteriores, notaría (si hay hipoteca de por medio), tasación del inmueble, honorarios del intermediario financiero… La lista puede ser larga.
En ocasiones, esos gastos terminan sumándose al préstamo, lo que alarga todavía más el tiempo de devolución. O peor aún, te pillan de imprevisto y agravan tu situación.
Aquí va un tip básico: antes de firmar nada, exige una simulación completa con todos los costes detallados. Nada de cifras “aproximadas” o “estimaciones”.
Ignorar el impacto a largo plazo
La reunificación puede ser un alivio inmediato, pero muchas veces el plazo de devolución se estira incluso hasta los 25 o 30 años. Eso significa que estarás pagando mucho más tiempo y, por tanto, mucho más dinero en total.
Este tipo de decisiones deberían tomarse con la misma calma con la que uno revisa una hipoteca. No solo se trata de pagar menos cada mes; se trata de no hipotecar tu futuro.
No pedir asesoramiento profesional
Sí, puedes buscar por tu cuenta, leer opiniones en foros, ver vídeos en YouTube… Pero cuando hablamos de un préstamo que puede marcar tu economía durante décadas, contar con asesoría profesional no es un lujo, sino una necesidad.
En resumen: la información es tu salvavidas
La reunificación de deudas no es buena ni mala por sí sola. Todo depende de cómo y cuándo se utilice. Y como ocurre con cualquier decisión importante, los errores más costosos suelen venir de la prisa o la falta de información.
Si estás considerando esta opción, tómate tu tiempo. Compara, pregunta, lee la letra pequeña. Y sobre todo, no te dejes llevar por soluciones milagrosas.